Como parte del mandato de transparencia con que el Presidente Piñera pretende caracterizar su gestión, le correspondió al Sernam rendir cuenta pública el pasado 5 de enero, casi coincidente con su 20 aniversario. La expectativa por conocer su carta de navegación era grande por cuanto, a diferencia de los gobiernos anteriores, no se sabe que exista un plan de igualdad de oportunidades que oriente el accionar público en la materia. Lo paradójico es que esto sucede en medio de aguas turbulentas, por cuanto diversas organizaciones de mujeres y reconocidas instituciones objetaron el rumbo reduccionista y regresivo que está tomando dicho servicio. La preocupación no es menor por cuanto el BID y la OIT, por ejemplo, han reconocido el aporte del Sernam a la incorporación de la dimensión de género en el quehacer gubernamental.
Mucho se ha hablado del talante liberal de la Ministra Schmidt, acorde con la “Nueva Derecha” que Piñera quiere impulsar. Sin embargo, su presentación se caracterizó por un tono claramente conservador, a la vez que abundó en anécdotas e imprecisiones. Pero por sobre todo detalle técnico, lo más llamativo fue la mirada sobre las propias mujeres y la sociedad, resumible en dos palabras: unidimensionalidad y reinterpretación. Está claro: la era 3-D no llegó al Sernam. La perspectiva que subyace a su discurso, tanto de la inserción y despliegue de las mujeres en el mundo como la configuración de su vida de pareja y familiar, en fin, el desarrollo de la vida misma, es el de la complementariedad de los sexos, desterrando la idea de empoderamiento que se venía impulsando, con más o menos éxito, durante la Concertación. En este marco, las mujeres son vistas como islas, que viven sus situaciones de forma individual, y no como parte de un sistema de género que asigna roles y promueve la discriminación.
El Sernam ya desterró los conceptos de derechos humanos y de género del vocabulario oficial, lo que no deja de producir vergüenza ajena ya que se trata de la terminología vigente en el mundo occidental e impulsada desde Naciones Unidas.
El gobierno del Presidente Piñera ha señalado que, para el caso de las mujeres y por tratarse de un periodo corto, enfatizará la inserción laboral. Para ello, la Ministra usó interesadamente los más recientes datos del Foro Económico Mundial donde, efectivamente, Chile presenta un bajo nivel de participación de la mujer en la fuerza laboral (47% en comparación con 78% de los hombres) y mencionó, muy de pasada, el excelente lugar que ocupa el país en materia de empoderamiento político. Sin embargo, olvidó mencionar públicamente que Chile avanzó 16 puestos en el ranking gracias a las medidas impulsadas por la ex Presidenta Bachelet, producto de la alta proporción de mujeres ministras que posibilitó la paridad y que, lamentablemente, la actual administración descontinuó.
Para el caso del mundo laboral, al Sernam le interesa un cierto tipo que trabajo, en palabras de la Ministra, “flexible, meritocrático y amigable”. Ejemplos de trabajos “amigables” para las mujeres serían, desde la perspectiva del SERNAM, el teletrabajo y el trabajo a distancia, modalidades que para expertas como la ex Directora del Trabajo, María Ester Feres, conllevan el riesgo de la precarización de las condiciones laborales contenida en una confusa mezcla de trabajo a domicilio y teletrabajo. De hecho, la informalidad laboral femenina está integrada, en buena parte, por trabajos a domicilio escasamente protegidos. Como si ello no bastase, el gobierno ha enviado un proyecto de ley, esgrimiendo la necesidad de promover el trabajo de mujeres pobres, jóvenes y discapacitadas. Por otro lado, cabe preguntarse qué tiene de meritocrática esta modalidad de empleo que, como lo demuestra la historia reciente, ha evolucionado hacia un estatus legal especialmente desmedrado que, al parecer, se acentuaría con este gobierno.
La mujer-Sernam despliega su liderazgo en el único ámbito reconocido por la actual administración, el empresarial y hacia allí parecen dirigirse todos los esfuerzos públicos. Ignorar la promoción de liderazgos femeninos a nivel social y político podría ser congruente con una Nueva Derecha que aspira a construir una mayoría bajo el supuesto de la superación de los antagonismos políticos y el fomento del transversalismo al uso. De ahí, se desprende la preferencia por un único modelo de mujer: trabajadora, madre de familia tradicional y, en lo posible, líder del ámbito empresarial. Es más, mientras se escucha a la Ministra, resulta inevitable no evocar a Josefina Correa, la ejecutiva de supermercados Líder que, eternamente compuesta, ofrece a sus clientes “Una pequeña ayuda siempre”.
Ahora bien, la mujer-Sernam no debe confundirse jamás: puede ser activa emprendedora, pero nunca jefa de hogar, porque aunque la Ministra asuma que se las debe apoyar porque constituyen una realidad “enorme” (?), la idea es “que vayan desapareciendo” para que en los hogares haya “un hombre y una mujer”. Para la Ministra, la condición de jefa de hogar no solamente es indeseable por cuanto ella lo asocia con el “debilitamiento” de la familia. ¿Se preguntará la Ministra por qué una mujer llega a esa condición, qué ha tenido antes que tolerar y la cantidad de decisiones que, en el fondo, implican el reconocimiento de la individualidad así como la propia dignificación? Por otra parte, ¿cabrá alguna remota posibilidad de que considere que algunas personas eligen construcciones familiares diferentes a la tradicional hombre-mujer en contexto matrimonial, y que ésas opciones no son una suerte de distorsión patológica del modelo universal?
Pero no todo es trabajo; también hay un espacio para la salud y, en ese marco, a la Ministra parece preocuparle sobremanera el cáncer de mamas, aprovechando de destacar que la lactancia protege a las mujeres de dicha enfermedad. Sin embargo, no deja de sorprender que pase por alto las enfermedades cardiovasculares, primera causal de mortalidad femenina. Más curioso es su silencio sobre el tema del aborto terapéutico y que una mujer como Claudia Pizarro se haya visto obligada a constituirse a sí misma en una suerte de “ataúd viviente”, mientras la derecha desviaba el foco del problema al situarlo en un supuesto montaje del senador Girardi, pretendiendo diluir el drama que vive una mujer con un embarazo inviable. En materia de violencia, se reivindicó la campaña “Maricón es…” tan objetada por diversas organizaciones vinculadas a los derechos humanos y la diversidad sexual. Schmidt afirmó que fue controvertida por lo fuerte del mensaje y eso parece dejarla muy tranquila. Las objeciones por el corte discriminatorio de la campaña no tienen cabida en el mundo unidimensional de la mujer-Sernam, en donde no existen gays, lesbianas, trans ni nada fuera de lo “normal”.
Todo deja entrever que en materia sociocultural, la nueva forma de gobernar viene en envase estrecho, por no decir premoderno. El Sernam ya desterró los conceptos de derechos humanos y de género del vocabulario oficial, lo que no deja de producir vergüenza ajena ya que se trata de la terminología vigente en el mundo occidental e impulsada desde Naciones Unidas. Ni que decir que no se observa por ninguna parte el enfoque integral de la CEPAL de los tres pilares de la igualdad de género y democracia paritaria, relativos a las autonomías económica, física y de toma de decisiones de las mujeres.
De alguna manera, el spot del cavernícola que el Sernam utiliza para promover la corresponsabilidad entre hombres y mujeres resulta premonitorio por el oscurantismo que descansa en el enfoque adoptado para enfrentar la multiplicidad de situaciones que viven las chilenas y que afecta, a su vez, a la sociedad en su conjunto. De igual modo, queda implícitamente excluida toda idea de “diversidad”. Ese es el verdadero Talón de Aquiles de la derecha la que, de este modo, demuestra que pretenderse nueva es mera simulación estratégica orientada a disputar el centro político.
La cuenta pública permitió ratificar lo que era, en principio, una impresión: en el Chile actual, atendido por sus propios dueños, los formularios personales traen un solo casillero.
Foto: sernam.cl
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