Por Roberto Arnaz |
A finales de los años 90, Kim O'Grady estaba en el mejor momento de su carrera. Era joven, tenía una titulación universitaria, experiencia y ganas de comerse el mundo. Decidió que era el momento de dejar la empresa en la que había trabajado durante los últimos tres años y se lanzó a la búsqueda de un nuevo reto laboral.
Fuente: Yahoo! España
A finales de los años 90, Kim O'Grady estaba en el mejor momento de su carrera. Era joven, tenía una titulación universitaria, experiencia y ganas de comerse el mundo. Decidió que era el momento de dejar la empresa en la que había trabajado durante los últimos tres años y se lanzó a la búsqueda de un nuevo reto laboral.
Preparó cuidadosamente su currículum, seleccionó una amplia lista de empresas para las que le gustaría trabajar y les envió sus credenciales con la intuición de que alguna le llamaría para concertar una entrevista. Sin embargo, las cosas fueron muy distintas.
“Aunque era consciente de que recibiría cartas rechazándome, y estaba preparado, después de varios meses de respuestas negativas estaba más que confundido”, relata O'Grady en su página de Tumblr, en la que confiesa que llegó a perder la paciencia al comprobar que todas las empresas le ignoraban a pesar de que “tenía todo lo que cualquiera de esos posibles empleadores podía buscar en un candidato”.
Más de cuatro meses de búsqueda activa de empleo y nada, “ni una sola entrevista o llamada de teléfono”. Pero las cosas no podían quedar así. Tenía que descubrir cuál era el problema. Descartada su formación, experiencia y aptitudes personales, le llegó el turno al currículum. Bingo.
“Había visto varios CV de amigos y sabía que el formato y el contenido estaban bien”, rememora. De hecho, después de analizarlo durante largo tiempo, únicamente hizo un cambio aparentemente insignificante. Puso la abreviatura 'Mr.' (Señor) delante de su nombre.
A O'Grady le parecía una fórmula excesivamente formal, pero dio resultado: “La primera empresa a la que le mandé ese currículum me llamó para hacer una entrevista. Con la siguiente compañía sucedió lo mismo, y así sucesivamente”.
En ese momento fue cuando descubrió que la falta de oportunidades no se debía a su perfil profesional, sino que era cuestión de sexismo en el ámbito laboral. Kim es un nombre poco común para un hombre en Australia, de donde es O'Grady. Durante meses le estuvieron confundiendo con una mujer y por eso nadie quería contar con él.
Ahora, más de una década después, ha contado su experiencia en el alegato 'Cómo descubrí la discriminación por razones de sexo', un documento que se ha convertido en viral y que ha servido para denunciar “la triste realidad a la que se enfrentan muchas mujeres en el mercado laboral”.
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